Y he aquí la medicina, cubanos... he aquí el confortativo del alma, que también se enferma como el cuerpo, y dominada por la pasión, se postra o se entibia a veces; he aquí el cariño de este santo hogar, que aunque no es el legítimo, que sueño en mi fiebre o delirio, de una justicia definitiva para mi pueblo, tiene aquí su mejor levadura para levantarlo y sus raíces abonadas, con lágrimas tan puras y tan sinceras, como las de este joven (1) y las vuestras. Y este cariño obliga al viajero tanto a merecerlo, que es ya medicina en su naturaleza; y ya se alivia la dolencia física y rejuvenecen sus bríos, y se siente doble en su júbilo, y el viajero no puede, en lengua de lisonja, hablar, a quienes ha tiempo, les guardaba el deseo de hacerles compañía: agradecido por cuanto ve, y sin estériles reservas, debe deciros: que os abraza, con esperanza real y con el alma entera. Pero el alma de nuestro pueblo, disgregada en jirones, paseando su nostalgia por tierras frías, que carecen del fuego de nuestro sol y la dignidad de nuestra palma, puedo decir, sin temor a equivocarme, que su mayor suma congregada, siempre la vi, y la palpa más de cerca ahora, unas veces con intensísimo dolor, otras con admiración, pero siempre con respetuoso recogimiento, por haber creado y mantenido un número de patriarcas leales a una idea, en los estrechos límites de este nido cubano: el noble Cayo.
Y esta conjunción de dolor y este perseverar en el sacrificio, por vivir en casa propia, levantada con manos amigas, débiles acaso, por la constante vigilia, pero heroicas por la tenacidad en las arremetidas, cuyos impulsos serán santificados con la sangre de nuestros soldados temerarios, serán también compensados, cuando en el banquete cordial y sincero de la patria redimida, pechándonos todos, hombreándonos, tocándonos el corazón con manos leales, alborozados por haber pagado y merecido nuestro cubierto, arraiguemos en tierra grata, la semilla fructífera de nuestra vida republicana, ya constitutiva de medio ambiente en nuestra residencia temporal del extranjero.
Entonces, unidos en amor y aspiraciones, los cubanos, levantaremos hogar a los proscriptos, con el mismo generoso ejemplo que levantáis la vivienda temporal y el sublime altar en vuestras conciencias, al sacrificio por la Patria que llevaremos en triunfo al Capitolio.
Adviértense pues, sin escudriñamientos ni sagacidad, maliciosa, en las miradas que me rodean toda esa voluntad y deseo que habremos de realizar sin duda ... Y este apretar de almas y enlazamiento de corazones, llenos de amor y verdad, desdeñando la pasión que pudo entibiarnos alguna vez, por avanzar muy de prisa o no precaver la oportunidad, es augurio de oportunidad que se allega, donde con provecho y eficacia para todos, podamos hablarnos, corazón a corazón, y sacarnos a un golpe previsor, para que vuele al cielo de nuestro destino, lo que tiene de enérgico y humilde nuestro pueblo, de grande y de sublime: las águilas y las palomas!
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