martes, 2 de octubre de 2007

Discurso: en Cayo Hueso - 25 de diciembre de 1891 -

Este discurso fue dado por José Martí en Duval-House de Madame Bolio en Cayo Hueso el 25 de diciembre de 1891.

Y he aquí la medicina, cubanos... he aquí el con­fortativo del alma, que también se enferma como el cuerpo, y dominada por la pasión, se postra o se entibia a veces; he aquí el cariño de este santo ho­gar, que aunque no es el legítimo, que sueño en mi fiebre o delirio, de una justicia definitiva para mi pueblo, tiene aquí su mejor levadura para levantarlo y sus raíces abonadas, con lágrimas tan puras y tan sinceras, como las de este joven (1) y las vues­tras. Y este cariño obliga al viajero tanto a mere­cerlo, que es ya medicina en su naturaleza; y ya se alivia la dolencia física y rejuvenecen sus bríos, y se siente doble en su júbilo, y el viajero no puede, en lengua de lisonja, hablar, a quienes ha tiempo, les guardaba el deseo de hacerles compañía: agrade­cido por cuanto ve, y sin estériles reservas, debe deciros: que os abraza, con esperanza real y con el alma entera. Pero el alma de nuestro pueblo, dis­gregada en jirones, paseando su nostalgia por tie­rras frías, que carecen del fuego de nuestro sol y la dignidad de nuestra palma, puedo decir, sin te­mor a equivocarme, que su mayor suma congregada, siempre la vi, y la palpa más de cerca ahora, unas veces con intensísimo dolor, otras con admiración, pero siempre con respetuoso recogimiento, por haber creado y mantenido un número de patriarcas lea­les a una idea, en los estrechos límites de este nido cubano: el noble Cayo.


Y esta conjunción de dolor y este perseverar en el sacrificio, por vivir en casa propia, levantada con manos amigas, débiles acaso, por la constante vigi­lia, pero heroicas por la tenacidad en las arremeti­das, cuyos impulsos serán santificados con la san­gre de nuestros soldados temerarios, serán también compensados, cuando en el banquete cordial y sin­cero de la patria redimida, pechándonos todos, hom­breándonos, tocándonos el corazón con manos lea­les, alborozados por haber pagado y merecido nues­tro cubierto, arraiguemos en tierra grata, la semilla fructífera de nuestra vida republicana, ya consti­tutiva de medio ambiente en nuestra residencia tem­poral del extranjero.


Entonces, unidos en amor y aspiraciones, los cu­banos, levantaremos hogar a los proscriptos, con el mismo generoso ejemplo que levantáis la vivienda temporal y el sublime altar en vuestras conciencias, al sacrificio por la Patria que llevaremos en triun­fo al Capitolio.


Adviértense pues, sin escudriñamientos ni sagaci­dad, maliciosa, en las miradas que me rodean toda esa voluntad y deseo que habremos de realizar sin duda ... Y este apretar de almas y enlazamiento de corazones, llenos de amor y verdad, desdeñando la pasión que pudo entibiarnos alguna vez, por avanzar muy de prisa o no precaver la oportunidad, es augurio de oportunidad que se allega, donde con provecho y eficacia para todos, podamos hablarnos, corazón a corazón, y sacarnos a un golpe previsor, para que vuele al cielo de nuestro destino, lo que tiene de enérgico y humilde nuestro pueblo, de grande y de sublime: las águilas y las palomas!

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